Itziar Onaindia

Reconoce que de adolescente no le gustaba estudiar, por lo que la universidad nunca figuró entre sus aspiraciones. Aún así, asumir las riendas de la empresa familiar le ha obligado a hincar los codos mucho más de lo que jamás hubiera sospechado.

Su historia se asemeja a la de otras hijas de empresarios a las que la propia inercia vital les llevó al negocio familiar casi sin darse cuenta y sin que otros deseos se interpusieran en ese camino.

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