Reconoce que de adolescente no le gustaba estudiar, por lo que la universidad nunca figuró entre sus aspiraciones. Aún así, asumir las riendas de la empresa familiar le ha obligado a hincar los codos mucho más de lo que jamás hubiera sospechado.
Su historia se asemeja a la de otras hijas de empresarios a las que la propia inercia vital les llevó al negocio familiar casi sin darse cuenta y sin que otros deseos se interpusieran en ese camino.